La leyenda de La Mona
Haz Clic y escucha La leyenda de La Mona.
LA MONA DEL CALLEJON DE VALPARAISO
Cuenta la leyenda que a principios del siglo XIX entre los habitantes de Jaén, rondaban habladurías y supersticiones sobre una pequeña figurilla que contenía el friso gótico de la catedral de Jaén.Esta se encuentra en la calle de Valparaíso en las espaldas de la catedral donde brota el agua desde el principio de los tiempos, en el raudal de Santa María.
El personaje, un pequeño hombre ataviado con ropajes de aspecto judío, ocupa una de las esquinas del precioso friso gótico que el obispo Alonso Suárez mandó levantar, lleno de motivos vegetales y animales. La pequeña figura se muestra en una postura casi arriesgada ya que está sedente con las piernas flexionadas, las cuales coge por los tobillos con sus manos juntando sus talones pare evitar caer del mismo.
El personaje tiene en su cara la mirada perdida hacia el horizonte donde en el sur el sol nace todos los días durante el solsticio de invierno. La gente lo asociaba a un ser maligno, incluso se comentaba entre ellas, que el que pasaba bajo su mirada quedaba como perdido o encantado.Por lo que las gente evitaba el paso por la calle de Valparaíso, incluso si lo hacían, siempre miraban hacia el suelo por no enfrentar la mirada contra la endiablada figurilla.
Una mañana de sábado, un grupo de zagales que andaban jugando por la lonja de la catedral, fardaban de quién era el más fuerte y el más osado. Tal fue la osadía que entre ellos tenían, que uno retó a los demás zagales a ir hasta la calle de Valparaíso y pasar por donde estaba la maléfica figurilla. Y bravos emprendieron la marcha por la calle Almenas hasta llegar a la calle Valparaíso, al entrar en ella algunos recelosos de la maldición que la misma tenían, aflojaron el paso como para escabullirse de tan brava fechoría, pero Bernabé, el más gordito y fuerte del grupo, los increpaba con rabia....caguicas que sois unos caguicas, adentrándose bravo en la fauces de la figurilla, delante de ella estuvo pavoneándose, haciéndole burlas y dando saltos como si él mismo un mono fuera, los otros zagales al ver que no le pasaba nada, apretaron el paso y se adentraron en el callejón, uniéndose al baile, chillando y dando grandes carcajadas como si dentro de una verbena estuviesen.
El tal Bernabé se agachó al suelo, tomó varias piedras de la calzada y empezó a tirarlas contra la figurilla sin tener acierto en ella, pero mira por donde al lanzar la última que tenía en las manos, esta topó con la aguileña nariz del judío, haciéndola caer al suelo, cogiéndola de este como un trofeo ,dando saltos y gritos chillaba ¡te he vencido! ¡te he vencido!. No pasaron unos minutos cuando notó que la mano derecha le ardía y dejó caer la nariz del judío al suelo, empezando a notar como la fiebre se iba apoderando rápidamente de su cuerpo, en unos minutos el zagal estaba ardiendo y sudando, cayéndose este al suelo. El día fue pasando y cada vez estaba más débil su cuerpo, no había reacción a ungüentos, ni cataplasmas y al caer el alba la vida del niño se fue y un fuerte grito de su madre se oyó quebrando el silencio de la noche. Nadie en años volvió a mirar a los ojos a la figurilla, que aún sedente y sin nariz más parecía una Mona que una persona. Llamándose desde ese momento al callejón, "El Callejón de la Mona".
Texto: Pewete Bravo.
Fotos: Verónica Cano y Pewete Bravo
Fotografías:Verónica Cano.