Cuenta la leyenda que un viejo alquimista vivía a los pies del Cerro de La Mella en una pequeña choza de piedra y madera, fascinado por el lugar ya que de pequeño le contaron que el hueco que tenía la cordillera rocosa había sido ocasionado por la caída de un meteorito y como le encantaba la química y la astrología eligió ese lugar para poder tener una visión perfecta de los astros todas las noches de su vida.
Su día a día lo hacía en los alrededores de su cabaña donde cazaba conejos y tenía su pequeño huerto el que regaba con las aguas de una pequeña fuente, donde los animales que pastaban por esos parajes calmaban su sed .Un día una pequeña pastira que pastoreaba por el prado del pago de Almodóvar donde el alquimista tenía su choza a los pies de la Mella, le pidió algo de comer, ya que en su caminata su zurrón se había roto y su comida había caído al suelo sin darse la invitó a comer en su humilde choza donde guardaba sus probetas, su alambique y un pequeño camastro. Ella, al ver todos esos utensilios le preguntó qué para que eran. El le explicó que hacía fórmulas e intentaba descubrir de que estaban hechos los materiales y las cosas que componían el mundo en el que vivían.
Con el paso del tiempo se hicieron amigos y compartían todos los días el almuerzo por no estar tanto tiempo solos en aquellos parajes.
El alquimista no pudo evitar enamorarse de la pastira y un día cogió su alambique y lo acercó hasta la fuente que estaba en un prado verde, de éste empezó a coger flores aromáticas y llenó una probeta con forma circular, vertió agua de la fuente y encendió un fuego para que la mezcla se hiciera a fuego lento. De ella salió un dulce perfume, que metió en un pequeño pebetero con tapón de corcho.
Cuando llegó la hora del medio día y apareció la pastira, él la esperaba con sus mejores galas, arrodillado, repeinado , con una gran sonrisa y dándole el pebetero lleno de perfume, le pidió matrimonio y le ofreció su casa para que ya no tuviera que bajar más a la ciudad con su rebaño, emprendiendo desde ese momento una vida juntos al pie de la Mella. Desde ese día el alquimista sacaba una vez por semana su alambique para hacer perfume para su amada pastira.
La fuente en verano no tiene caudal pero cada invierno cuando el pasto crece, el venero de agua brota y llena sus pilas como el alquimista hacía brotar de su alambique el perfume para su amada.
Texto: Pewete Bravo
Ilustración: Mone@ndo Jaén
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