La leyenda de Jabalcuz.

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Cuenta la leyenda que a los pies del frondoso bosque de coníferas de Jabalcuz, donde se asientan las aguas termales que coge la montaña tras las lluvias del invierno y que tan medicinales eran en época antigua, se edificó un balneario para la gente de Jaén y alrededores, teniendo este varias salas que aprovechaban las aguas frías y calientes que salían del interior de la montaña. 

Pronto el inmueble gozó de una fama grandiosa y de un gran transcurrir de gente que a él acudían para sanar sus dolencias. Tal fue el éxito del balneario que se utilizaron sus estancias superiores para hacer un pequeño hotel y las inferiores para hacer un casino, donde poder complementar aún más las actividades del balneario y de ocio de la gente que acudían a él, se dotó al mismo de jardines de estilo francés y de casas para que la gente pernoctara, las cuales recibían el nombre de Jerez, en honor a un clérigo impulsor de la construcción de una pequeña ermita y de unos pequeños baños anteriores a estas termas grandes, que tenía como apellido el nombre de la ciudad del fino (Jerez).

El tránsito de gente era grandísimo y la gente comía y bebía como si no hubiera un mañana disfrutando del gran complejo y la belleza de la zona. Un día un afamado caballero llamado Alonso tenia enamorada a la hija del tabernero que se llamaba María, se vió envuelto en una gran pelea, ya que al pasar María con las jarras llenas de vino, un rufián le hechó mano al trasero y esta dejó caer la jarra de vino sobre la capa del traje de Don Alonso, molesto este por el agravio cometido por el rufián contra María y contra su capa, no dudó en retar al rufián a un duelo a muerte con pistola en la explanada que había a los pies del balneario.

 Los dos caballeros no dudaron en salir a la explanada que había junto a la ermita de San Cosme y San Damián(hoy en ruinas) donde se batirían a muerte. Espalda contra espalda, el rufián y Alonso, con sus pistolas llenas de pólvora, emprendieron a dar los diez pasos que llevarían a uno de los dos a la muerte y ante los ojos expectantes de la gente y de la propia María, los dos caballeros empezaron a caminar lentamente como soldados de plomo contando sus pasos, en el paso 10 un giro rápido del rufián llenó de plomo el estómago de Don Alonso, haciéndolo caer herido de muerte sobre el albero de la pequeña plaza mientras que miraba a los ojos de su amada María.

 Desde ese día se puede ver junto a la ermita una lápida de piedra negra donde descansa por siempre el amor de María. 


Texto: Pewete Bravo.
 Ilustración: Mone@ndo Jaén.

MONE@NDO JAÉN /UN PROYECTO DISEÑO Y CREACIÓN POR:PEWETE BRAVO
COLABORACIONES:
 
OBRA ARTISTICA RAMON FIGUEROA.
 OBRA FOTOGRAFICA :VERÓNICA CANO
 MAPS Y AUDIO-TEXTOS NOELIA SIENTE XAUEN.
 
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